La devastación provocada por la dana en la Comunitat Valenciana ha dejado huellas profundas en la vida de sus habitantes. En una reciente comisión en el Congreso de los Diputados, varios afectados compartieron sus desgarradoras experiencias, revelando no solo el impacto físico de la catástrofe, sino también el trauma emocional que persiste en sus vidas. Las historias de Verónica, Álex y Elisabeth son solo algunas de las muchas que ilustran la magnitud de esta tragedia y la necesidad urgente de asumir responsabilidades y tomar medidas preventivas para el futuro.
La noche del 29 de octubre de 2024, Verónica Vicent, una expolicía, se encontró en una situación que cambiaría su vida para siempre. Intentando rescatar a una niña de once años, Hui, de un bar inundado en Benetússer, Verónica se vio atrapada en un momento de desesperación. A pesar de sus esfuerzos, la corriente del agua fue más fuerte y la niña no pudo ser salvada. «Su mirada me acompaña cada noche y cada mañana», confesó Verónica, quien también logró salvar al hermano pequeño de Hui. Su testimonio no solo refleja el dolor de la pérdida, sino también la culpa que siente por no haber podido hacer más. En su intervención, Verónica recordó a otros agentes de seguridad que arriesgaron sus vidas durante la tragedia, enfatizando la importancia de reconocer el sacrificio de quienes intentaron ayudar.
El impacto emocional de la dana no se limita a las pérdidas humanas. Álex, un bombero municipal, relató su experiencia de esa noche aterradora. «Vimos una ola», dijo, recordando cómo su familia se preparó para lo peor mientras el agua inundaba su calle. A pesar de su formación y experiencia, nunca había enfrentado una situación tan devastadora. Durante horas, Álex intentó rescatar a personas atrapadas, pero las imágenes de aquellos que no pudieron ser salvados lo persiguen. «Es imposible saber cuántas vidas se han podido rescatar», reflexionó, mientras recordaba la valentía de aquellos que lucharon por sobrevivir. La noche fue un caos, y muchos se vieron obligados a tomar decisiones difíciles sobre a quién salvar primero.
Elisabeth González, otra víctima de la dana, compartió su angustiante experiencia de quedar atrapada en la V-30. Mientras el agua subía, se preguntaba si iba a morir. Su relato destaca la inacción de las autoridades en un momento crítico. A pesar de sus múltiples intentos de contactar a los servicios de emergencia, sus llamadas fueron en vano. «En un país desarrollado, la obligación de proteger es de las instituciones», afirmó Elisabeth, quien ahora vive con estrés postraumático. Su historia pone de relieve la necesidad de que las instituciones asuman su responsabilidad en la protección de la ciudadanía y la importancia de una respuesta rápida y efectiva ante emergencias.
Las intervenciones en la comisión no solo se centraron en las experiencias personales, sino que también abordaron la necesidad de un cambio estructural en la gestión de emergencias. Christian Lesaec, portavoz de la Asociación Damnificados Dana Horta Sud, propuso un pacto de estado que priorice la protección de la población y la mejora de la infraestructura. «La sensación que se nos queda es que esto es un poco un cachondeo», expresó, refiriéndose a la falta de acción en la prevención de desastres. Lesaec criticó la derogación de la Unidad Valenciana de Emergencias, señalando que la decisión de ahorrar dinero a expensas de la seguridad pública fue un error costoso.
La comisión también abordó la necesidad de rendir cuentas a aquellos responsables de la gestión de la crisis. Verónica y otros oradores expresaron su frustración hacia los políticos que, en lugar de asumir la responsabilidad, han intentado desviar la atención. La indignación es palpable entre los afectados, quienes sienten que sus voces no han sido escuchadas y que sus sufrimientos han sido minimizados. La demanda de justicia y reconocimiento es un tema recurrente en sus testimonios, y muchos insisten en que no se debe permitir que esta tragedia se repita.
Las historias de Verónica, Álex y Elisabeth son solo una muestra del dolor y la lucha de muchos otros afectados por la dana. La necesidad de un cambio en la gestión de emergencias es urgente, y las voces de quienes han sufrido deben ser escuchadas. La reconstrucción de la confianza en las instituciones y la implementación de medidas efectivas son pasos cruciales para garantizar la seguridad de la población en el futuro. La tragedia de la dana no solo es un recordatorio de la fragilidad de la vida, sino también una llamada a la acción para todos aquellos en posiciones de poder.
