La Ley Orgánica 4/2015, conocida popularmente como la ‘ley mordaza’, cumple diez años desde su aprobación en marzo de 2015. Esta normativa, que fue impulsada por el gobierno del Partido Popular bajo la dirección de Mariano Rajoy, ha estado en el centro de un intenso debate político y social en España. A pesar de las promesas de derogación por parte del actual gobierno socialista, liderado por Pedro Sánchez, la ley sigue vigente y su reforma parece más complicada que nunca.
### La Persistencia de la Ley Mordaza
Desde su entrada en vigor, la ‘ley mordaza’ ha sido objeto de críticas por parte de diversas organizaciones de derechos humanos y movimientos sociales, que la consideran una herramienta de represión contra la libertad de expresión y el derecho a la protesta. A lo largo de estos diez años, el gobierno de Sánchez ha intentado distanciarse de esta legislación, prometiendo su derogación en varias ocasiones. Sin embargo, la realidad es que, hasta la fecha, no se ha materializado ninguna acción concreta en este sentido.
La ley ha sido utilizada en múltiples ocasiones por el Ministerio del Interior, incluso durante los estados de alarma por la pandemia de COVID-19, lo que ha generado un clima de desconfianza entre la ciudadanía y las instituciones. La falta de avances significativos en su derogación ha llevado a muchos a cuestionar la sinceridad de las promesas del gobierno. En este contexto, la coalición de partidos que apoya al gobierno, incluyendo a Sumar y Bildu, ha reanudado los contactos para discutir posibles reformas, aunque con escaso optimismo.
### Reformas en el Horizonte: ¿Un Cambio Real?
Recientemente, los partidos que apoyan la reforma de la ley han comenzado a retomar las conversaciones para abordar los puntos más controvertidos de la normativa. Entre las propuestas se encuentran la prohibición del uso de pelotas de goma y la modificación de las políticas de expulsiones en caliente en las fronteras. Sin embargo, estas propuestas han generado tensiones entre los diferentes grupos políticos, lo que complica aún más el proceso de reforma.
Uno de los principales obstáculos en la discusión sobre la reforma es la falta de consenso sobre cómo abordar el uso de la fuerza por parte de las autoridades en situaciones de protesta. La propuesta actual sugiere la creación de protocolos específicos que prioricen el uso de medios menos lesivos en la gestión de manifestaciones. Sin embargo, esta disposición no implica una prohibición total de las pelotas de goma, lo que ha llevado a críticas por considerarse un simple parche a una ley que muchos consideran obsoleta.
Además, la cuestión de las expulsiones en caliente sigue siendo un tema delicado. Aunque se ha acordado que la futura ley de seguridad ciudadana deberá incluir disposiciones para garantizar los derechos de los migrantes, la falta de un compromiso firme para abolir estas prácticas ha dejado a muchos escépticos sobre la efectividad de las reformas propuestas.
La situación actual en el Congreso, marcada por una aritmética parlamentaria complicada, no facilita el avance en la reforma de la ley. La falta de comunicación con algunos partidos, como Podemos, que no cuenta con grupo propio, ha añadido otra capa de dificultad a las negociaciones. Sin embargo, los partidos que apoyan la reforma parecen determinados a seguir adelante, aunque el camino por delante es incierto.
La historia de la ‘ley mordaza’ es un reflejo de las tensiones políticas en España y de la lucha por los derechos civiles en un contexto cambiante. A medida que se acerca el décimo aniversario de su aprobación, la presión sobre el gobierno para que actúe se intensifica. La ciudadanía espera que las promesas de cambio se traduzcan en acciones concretas que garanticen la protección de los derechos fundamentales y la libertad de expresión en el país. La pregunta que queda en el aire es si, finalmente, se logrará un consenso que permita una reforma significativa de esta controvertida ley.