En un giro notable de los acontecimientos, Benjamín Raga, un valenciano con una pasión por la agricultura y un pasado como expolicía local, ha logrado finalmente que se reconozca su invención: una máquina peladora de chufa que ha revolucionado la producción de este tubérculo tan característico de la región. Tras más de seis años de litigios, el Tribunal Supremo ha dictado una sentencia que no solo valida su autoría, sino que también obliga a la empresa Tigernuts Traders a cesar el uso de su invento. Este caso no solo destaca la importancia de la propiedad intelectual, sino también las dificultades que enfrentan los inventores en la protección de sus creaciones.
La máquina de pelado en seco de la chufa, que se caracteriza por su proceso ecológico al no utilizar ácido sulfúrico, ha permitido a los productores aumentar significativamente su productividad. Antes de su invención, el proceso de pelado era laborioso y requería el uso de agua, lo que complicaba la logística y aumentaba el riesgo de moho en el producto. Benjamín explica que, gracias a su máquina, el tiempo de pelado se ha reducido entre diez y quince días, lo que representa un avance considerable en la eficiencia del sector.
La historia de Benjamín es un claro ejemplo de cómo la falta de conocimiento sobre la protección de invenciones puede llevar a situaciones complicadas. A pesar de haber creado un dispositivo que transformó la industria de la chufa, no patentó su invento en su momento, lo que permitió que Tigernuts Traders se apropiera de su idea y la registrara como propia. Este error le costó no solo su invención, sino también su estabilidad financiera y emocional, llevándolo a una depresión que le obligó a cerrar sus empresas.
El proceso judicial comenzó en diciembre de 2018, cuando Benjamín decidió luchar por su derecho como inventor. Con el apoyo de su abogado, José Enrique Segrelles, se presentó una demanda que finalmente fue respaldada por el Juzgado de lo Mercantil número dos de València. La sentencia fue ratificada por la Audiencia Provincial y, tras un largo camino, el Tribunal Supremo ha confirmado que Benjamín es el verdadero creador de la máquina peladora de chufa. Esta decisión no solo le devuelve su invención, sino que también le ofrece la posibilidad de recuperar parte del daño económico que ha sufrido a lo largo de estos años.
El abogado Segrelles destaca que el caso es particularmente interesante porque pone de manifiesto la vulnerabilidad de los inventores frente a grandes empresas que pueden aprovecharse de su falta de experiencia en el ámbito legal. La sentencia también revela que la empresa demandada no tenía el conocimiento técnico necesario para desarrollar la máquina, lo que refuerza la posición de Benjamín como el verdadero inventor. En el juicio, se presentaron correos electrónicos que evidenciaban que la empresa había solicitado información a Benjamín sobre el funcionamiento de la máquina, lo que demuestra su dependencia de su conocimiento.
Benjamín, quien se describe a sí mismo como una persona confiada, ha aprendido una lección valiosa sobre la importancia de proteger sus ideas. A pesar de las dificultades, se muestra optimista y ha comenzado a pensar en nuevos proyectos. Reconoce que tiene una nueva idea en mente, pero esta vez está decidido a patentarlas para evitar futuros problemas. «Es mejor tener pocos problemas al principio y luego vivir tranquilo», afirma, reflejando su deseo de no volver a pasar por una experiencia tan desgastante.
La historia de Benjamín Raga no solo es un testimonio de perseverancia y lucha, sino también una llamada de atención sobre la necesidad de que los inventores y creadores comprendan la importancia de la propiedad intelectual. En un mundo donde las ideas pueden ser fácilmente apropiadas, es crucial que los innovadores tomen medidas proactivas para proteger sus creaciones. La batalla de Benjamín es un recordatorio de que, aunque el camino puede ser difícil, la justicia puede prevalecer y el reconocimiento de la autoría es un derecho que debe ser defendido.
