La comunidad musulmana de Jumilla se enfrenta a un creciente clima de tensión y división en el municipio. En un contexto donde la diversidad cultural es cada vez más evidente, la reciente polémica sobre la prohibición de actividades religiosas en espacios públicos ha generado un debate intenso. La alcaldesa, presionada por críticas y demandas de ciertos sectores políticos, se ve obligada a negociar con los representantes musulmanes para encontrar soluciones que permitan la práctica de su fe sin conflictos. Esta situación ha llevado a muchos a cuestionar la motivación detrás de estas decisiones, que algunos consideran xenófobas.
En Jumilla, donde el 20% de la población es extranjera, la comunidad musulmana ha sido fundamental para el desarrollo agrícola del municipio. Sin embargo, la percepción negativa hacia los inmigrantes ha crecido, alimentada por discursos políticos que buscan culpar a estos grupos de los problemas locales. La historia reciente de Jumilla, marcada por incidentes de violencia y racismo, resuena en la memoria colectiva, y muchos temen que la historia se repita. La necesidad de un diálogo constructivo y de políticas inclusivas se hace cada vez más urgente para evitar que la división se profundice.