La situación demográfica en Japón se ha convertido en un tema de creciente preocupación, especialmente tras la reciente publicación de datos que revelan un nuevo mínimo histórico en la natalidad. En 2025, el país registró solo 686.061 nacimientos, una cifra que no se esperaba alcanzar hasta 2040. Este descenso, que representa una reducción anual de casi el 6%, ha llevado a los expertos a cuestionar la efectividad de las políticas gubernamentales implementadas para revertir esta tendencia. La tasa de fertilidad también ha caído, situándose en 1,15 hijos por mujer, muy por debajo del umbral de 2,1 que se considera necesario para mantener una población estable.
La crisis demográfica no solo se refleja en la baja natalidad, sino también en un aumento de la mortalidad, que ha crecido casi dos puntos porcentuales. En términos absolutos, Japón ha visto 1,6 millones de muertes, lo que, al restar los nacimientos, resulta en una reducción neta de 900.000 habitantes. Este fenómeno ha llevado a una proyección alarmante: si la tendencia continúa, la población japonesa, que actualmente es de 124 millones, podría reducirse a 87 millones en medio siglo, con un 40% de la población mayor de 65 años.
El ex primer ministro Fumio Kishida había advertido que esta crisis demográfica pone en peligro el funcionamiento social del país. En respuesta, su gobierno aprobó una serie de medidas que buscaban abordar el problema de manera integral. Sin embargo, su sucesor, Shigeru Ishiba, ha intensificado estos esfuerzos, proponiendo destinar el 3,4% del PIB nacional a ayudas familiares, similar a lo que hace Suecia. Las iniciativas incluyen subsidios, escolarización gratuita, y mejoras en las condiciones laborales para el personal de guarderías, así como la creación de aplicaciones para facilitar el encuentro entre solteros.
A pesar de estos esfuerzos, la situación sigue siendo crítica. Aunque el número de matrimonios ha aumentado en 10.000 en el último año, lo que podría estar relacionado con un repunte en la natalidad, los efectos de este cambio tardarán en materializarse. Los altos costos de vida, la incertidumbre laboral y la discriminación de género en el ámbito laboral continúan siendo barreras significativas para que las parejas decidan tener hijos. Además, Japón enfrenta un desafío adicional: la sostenibilidad de su sistema de pensiones. En las últimas dos décadas, el número de contribuyentes ha disminuido en tres millones, mientras que los beneficiarios han aumentado en un 40%. Esto plantea serias dudas sobre la viabilidad del sistema en el futuro.
La escasez de mano de obra es otro aspecto preocupante. Japón disfruta de una tasa de desempleo muy baja, pero la falta de trabajadores es cada vez más evidente. Se estima que en cinco años el país podría enfrentar un déficit de 6,3 millones de empleados. Esta situación es especialmente alarmante en un contexto geopolítico donde la seguridad nacional es una prioridad, dada la amenaza de Corea del Norte y las disputas territoriales con China.
La crisis demográfica en Japón no es un fenómeno aislado. Otros países de Asia Oriental, como China, Taiwán y Corea del Sur, están experimentando tendencias similares. Estas sociedades, caracterizadas por su homogeneidad, no cuentan con la inmigración que ha ayudado a mitigar el envejecimiento poblacional en Estados Unidos y Europa. El diagnóstico es claro: no existe una solución mágica para una sociedad que ha decidido, en gran medida, no tener hijos. Sin embargo, la urgencia de la situación exige que se realicen esfuerzos significativos para revertir esta tendencia.
Mientras Japón lucha con su crisis demográfica, otros países asiáticos están tomando medidas proactivas. Por ejemplo, Sichuan, la segunda provincia más poblada de China, ha extendido el permiso laboral por matrimonio a 25 días y la baja por maternidad a 150 días. Vietnam, por su parte, ha abolido una ley que limitaba a dos el número de hijos por familia, una medida que había estado vigente durante más de medio siglo. Estos cambios reflejan un reconocimiento de la necesidad de fomentar la natalidad y evitar caer en la misma trampa demográfica que enfrenta Japón.
La situación en Japón es un claro recordatorio de que la demografía tiene implicaciones profundas en todos los aspectos de la sociedad, desde la economía hasta la seguridad nacional. A medida que el país se enfrenta a un futuro incierto, la necesidad de políticas efectivas y sostenibles se vuelve cada vez más urgente. La historia reciente de Japón puede servir como una lección para otros países que se encuentran en una trayectoria similar, subrayando la importancia de abordar la crisis demográfica antes de que sea demasiado tarde.
